Vagando por temáticas más livianas (pero no por eso menos decidoras) y el nunca mal ponderado "lenguaje coloquial", he llegado a este cuento. Espero que guste.
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¡Siguiente! Tome asiento, sí, en esa silla. Hace un calor terrible. En la sala de espera es peor aún, ¿qué querrá decir este pendejo?, quién se cree para criticar nuestra sala de esperas, si bien caros nos salieron los cuadros de Tapia que colgamos ahí. Bueno, vamos a lo nuestro. Tu nombre es... Raúl, me llamo Raúl Martínez. Martínez... ¿De los Martínez de Viña, los de Rancagua? No, para nada. Yo y mis abuelos hemos vivido siempre en Santiago, y el resto de la familia igual. ¡Ah! Además es huérfano el muy infeliz, pero veamos qué más ofrece el trapo éste. Y, bueno, ésta es Raquel, la gerente comercial de la empresa. Buenas tardes, ¡bah!, buenos días (Raúl miró el reloj para percatarse de que eran las diez de la mañana). Buenas, Raúl. Es medio huevón parece, como para pensar que es de tarde ya, pero está bien bonito. Ese precario nudo de corbata y la herida que asoma en su mejilla por una mala afeitada, le dan un toque inocente. Aunque no creo que sirva para ser abogado de la empresa, sinceramente.
Yo soy Anthony Parkson, gerente general. Bien fascista es el viejo parece, si apenas entré se le frunció el ceño. El postulante que iba saliendo de la oficina estaba perfumadito y era medio rucio, por eso es que Parkson debe haber estado sonriendo cuando él salía. Seguro lo contratan a él, y más seguro es que debe haber sido un chupamedias profesional. Ehm... aquí está mi currículum, señor Parkson. Qué inepto, subrayó los puntos y los dos puntos. Un abogado respetable tiene que saber escribir, por Dios.
Vamos a ver, Raúl. Estudiaste leyes en la Católica (no está mal), hiciste un magíster en Derecho Comercial (va bien...) en la Universidad Jesuita de Temuco (¡qué es eso!). Sí, ahí estudié. Puta madre, el viejo se puso rojo. Al muy hijo de puta no le importará saber por qué estudié en esa Universidad de mierda. Qué le va importar saber que soy de familia humilde, que me he esforzado toda la vida por sacar un par de títulos que no me sirven para nada. Y a él le deben haber pagado la carrera entera sus papitos, y sus magísteres, post-grados, doctorados, post-doctorados. Viejo canalla, ¡viejo canalla!
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¡Siguiente! Tome asiento, sí, en esa silla. Hace un calor terrible. En la sala de espera es peor aún, ¿qué querrá decir este pendejo?, quién se cree para criticar nuestra sala de esperas, si bien caros nos salieron los cuadros de Tapia que colgamos ahí. Bueno, vamos a lo nuestro. Tu nombre es... Raúl, me llamo Raúl Martínez. Martínez... ¿De los Martínez de Viña, los de Rancagua? No, para nada. Yo y mis abuelos hemos vivido siempre en Santiago, y el resto de la familia igual. ¡Ah! Además es huérfano el muy infeliz, pero veamos qué más ofrece el trapo éste. Y, bueno, ésta es Raquel, la gerente comercial de la empresa. Buenas tardes, ¡bah!, buenos días (Raúl miró el reloj para percatarse de que eran las diez de la mañana). Buenas, Raúl. Es medio huevón parece, como para pensar que es de tarde ya, pero está bien bonito. Ese precario nudo de corbata y la herida que asoma en su mejilla por una mala afeitada, le dan un toque inocente. Aunque no creo que sirva para ser abogado de la empresa, sinceramente.
Yo soy Anthony Parkson, gerente general. Bien fascista es el viejo parece, si apenas entré se le frunció el ceño. El postulante que iba saliendo de la oficina estaba perfumadito y era medio rucio, por eso es que Parkson debe haber estado sonriendo cuando él salía. Seguro lo contratan a él, y más seguro es que debe haber sido un chupamedias profesional. Ehm... aquí está mi currículum, señor Parkson. Qué inepto, subrayó los puntos y los dos puntos. Un abogado respetable tiene que saber escribir, por Dios.
Vamos a ver, Raúl. Estudiaste leyes en la Católica (no está mal), hiciste un magíster en Derecho Comercial (va bien...) en la Universidad Jesuita de Temuco (¡qué es eso!). Sí, ahí estudié. Puta madre, el viejo se puso rojo. Al muy hijo de puta no le importará saber por qué estudié en esa Universidad de mierda. Qué le va importar saber que soy de familia humilde, que me he esforzado toda la vida por sacar un par de títulos que no me sirven para nada. Y a él le deben haber pagado la carrera entera sus papitos, y sus magísteres, post-grados, doctorados, post-doctorados. Viejo canalla, ¡viejo canalla!
Usted qué opina, señorita Raquel. Está bien en sus estudios, pero, ¿ha trabajado en alguna otra empresa, para el Estado? La verdad es que sí. He trabajado los últimos tres años para la novena Fiscalía Oriente. Soy ayudante del sub-fiscal (el viejo rojo, de nuevo), es que usted sabe... la edad no es muy favorable cuando se es joven. Trabajar para el Estado no es bueno para este par de ejecutivos. De macroeconomía deben conocer demasiado, pero de servicio, nada. Sí, entiendo. Dos minutos más y llamo al siguiente... ya tomé mi decisión. Este pelmazo no merece el puesto ahora, ni en diez, ni en treinta años más. Nació así y así morirá. La rotería es una cosa de cuna, tan arraigada como la forma de caminar o los gestos faciales. Ojalá no haya ensuciado mucho mi sillón este espantapájaros. Déjame leerlo, Anthony. Ah, esto está muy bien, Raúl. Eso, su dirección es “Los Abaducos 1322”. Voy a buscarlo esta misma noche, para que vayamos a mi departamento. ¡Los Abaducos! Dónde quedará ese potrero, Dios santo. Debe vivir en una de esas casuchas hechas de cajas de leche. Por qué no deja de mirarme esta mina, con sus ojos fogosos y persuasivos. Está bien rica, pero podría ser mi jefa. Y el viejo que lee mi currículum con nauseas. Creo que ya sabemos todo lo que queríamos saber sobre usted, señor Raúl (¡Pero si no me han preguntado nada! ¡Analizaron mis estudios, mis laburos y mi dirección!) Así es. Te estaremos llamando por cualquier cosa, Raúl. Está bien, señor Parkson, señorita Raquel. Adiós. Me despido de beso con la curvilínea gerente comercial y le estrecho la mano al viejo. Veo en sus ojos el mayor desprecio que había sentido en mi vida entera. Tomo el cuchillo abrecartas que está en el escritorio y le doy una certera puñalada en el ¡qué haces! ¡Anthony! ¡No! Ahora sangra su corazón estallado; morirá en unos segundos. Me mira con algo de incertidumbre la puta de Raquel. ¡Va a morir, lo mató! Pero no puedo negar que el golpe fue dado con una fuerza notable, propia del seductor que debe ser en la cama... Raquel... Ra... El viejo bajó la cabeza al morir. Se había caído de su gran sillón el huevón. Salgo corriendo de la oficina. A dónde va dice la secretaria. ¡A donde no llegue su mano corrupta, empresa fascista de mierda! Bajo por las escaleras (en mantención, usar las escaleras). Cada piso del gigantesco edificio es un grado más de altanería, de idiotez. Abandono el edificio. Miro hacia arriba, con el corazón en la boca por el nerviosismo y la emoción. Ellos tienen la culpa de todo. De todos los males de la humanidad, él es artífice. De todos mis males...
Hijo de puta; si la reencarnación existiera , lo mataría de nuevo.
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3 comentarios:
Vinxx !! aqui estaa mi cometarioo ! ajajaj oye mee gusto mucho! esta muy bueno, escribis muy bien. buenoo suertee besos
jajaja.. acáa las cabraas comeentandoo para que noo estées celooso xD
Noo.. peroo en seriio, estáa muii buueno, mee gustaan hartoo loos cuuentos quee van cambiiando de narrador.. =)
Buueno.. un besoo..
Pachúu..
Hace tiempo que no me metía. El ocio me condujo de nuevo a tu blog.
Y? Qué pasó? Sin taller no hay más blog?
Tiren parriba!
Abandona el rincón cercano al río y ponte a escribir, hombre!
Saludos.
Felipe Tapia.
Profesor y Swinger con experiencia.
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