domingo, 8 de julio de 2007

Fascinación regresiva

.
Entonces, dijo para sí: “¡Qué suave este cepillo!”.
Ésa fue la reacción del niño en el momento cuando se introdujo, por vez primera, en la boca su nueva escobilla de dientes, la cual su madre le había comprado aquella misma tarde. Antes de adquirirla, utilizaba un cepillo muy desgastado, con los pelos casi cayéndose.Esta sensación de agrado al hacer su rutinaria limpieza bucal sólo duró un par de días. La olvidó. Ahora simplemente lo hacía de manera automática.
De este modo, el niño lavó sus dientes sin problema alguno por dos meses, hasta que notó que su escobilla verde comenzaba a desmoronarse. Dejó pasar los días. Sin embargo, en el momento en que vislumbró la sangre aparecer en sus encías, decidió tomar cartas en el asunto: le pediría nuevamente a su madre que le consiguiese uno nuevo.
Y ésta así lo hizo. Le trajo un cepillo azul; el niño decidió inaugurarlo esa misma noche. Abrió el envase, tomó la escobilla y la metió en su boca. Apenas percibió la sensación tenue, placentera que ésta le producía, exclamó: “¡Qué suave este cepillo!”.
Y así, durante toda la vida.
.